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De nuevo un campo vacío y la sensación de que lo que ocurra en Grecia, sinceramente, le da igual a militares, policías, oenegés y voluntarios que trabajan en los campos de refugiados de estos países. Tan solo su propio bienestar parece importarles.

Sentijl era un desierto a la hora en la que se permite el acceso a los medios de comunicación. Eslovenia factura a los refugiados en menos de doce horas. Salen del tren en Dobova, registran su entrada en el país y son de nuevo subidos al tren que les acercará hasta la frontera con Austria.

Allí, tan solo trescientos metros les separan de Spiedfeld, su primer destino en Austria. Altas vallas, alambres de espino, y control férreo en la entrada que recuerda a las peores imágenes de la historia del país austriaco. Desde allí, podrán empezar a encauzar sus vidas y solicitar asilo, la mayoría en Alemania. Una situación que puede durar muy poco tiempo.

Hace tan solo dos días el canciller austríaco, Werner Faymann, acusaba a Grecia de ser una «agencia de viajes» para los refugiados. Este martes se destapaba con la solicitud del cierre de fronteras en la ruta de los Balcanes.

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